«Así , como a un hijo.»
En esa oscuridad, casi como en medio de la nada, me habló y dijo: «Sujétate fuerte. Mi Mano te Sostiene.»
Me armé del valor que necesitaba, bajé del lugar donde estaba, y a pesar del dolor pude caminar.
Luego, en tan solo un instante, en una fracción de tiempo, volvió a hablar, me dijo: «Compréndelo David, es Mi Mano la que te sostiene.»
En eso se acercó un hombre mayor, con unos regalos inesperados para mi susurrando: «Así , como a un hijo.»